"El Fin del Folklore" 17ª Misa del Folklorista de San Fernando

Cantores e instrumentos desafinados. Músicos que no saben las letras de lo que cantan. Canciones que se repiten una y otra vez. Artistas que no saben los autores de lo que interpretan y en algunos casos ni siquiera el sentido de ello… Eso podría decir cualquier crónica acerca de esta 17ª Misa del Folklorista de San Fernando y sí… sería cierto… pero el sentido que da vida a este festejo es otro. El folklore se vive en su plenitud, en todas sus expresiones desde lo popular, lo anónimo y lo espontáneo, ¿acaso no es ese el fin del folklore, es decir su finalidad?

Vale la pena recordar que la raíz de la palabra folklore, como todos sabemos, deriva de dos vocablos ingleses “folk” (pueblo) y “lore” (acervo-conocimiento), es decir que el “folklore” vendría a ser “lo que es del pueblo, lo que sale del pueblo”. En las definiciones académicas suele indicarse que el folklore tiene que ver con todas esas expresiones populares que surgen del acervo cultural de un pueblo y por tal motivo se lo relaciona con lo anónimo.

El surgimiento de la Misa del Folklorista de San Fernando tiene que ver con esta definición, gente que se juntaba en un salón para pedir por su trabajo y de paso festejar guitarreando. Diecisiete años después, en la 17ª Misa del Folklorista de San Fernando, esa descripción del “folklore” se vuelve a notar claramente.

En primer lugar porque convergen dos manifestaciones que unen y convocan muchas personas y que para quienes lo practican elevan el espíritu a estados de gozo total, estamos hablando de la fe y el arte. La Misa es preparada conjuntamente por los folkloristas de San Fernando que eligen temas del cancionero popular para adaptar a los momentos del culto y la Comunidad de Santa Teresita que se encarga de todas las cuestiones litúrgicas. Este año los niños fueron los protagonistas, el lema fue “cantan los niños, alegría de Dios” y por eso como condimento tuvo la participación del Coro de Niños del Colegio San Martín de Tours dirigido por Pablo Lazbal. La Misa contó con una orquesta estable y con el canto de varios grupos folklóricos de la zona. Aquí hay que destacar la prolijidad con que se realizó lo que evidenció que hubo mucho ensayo previo para estos momentos de canto en la Misa.
Por las condiciones climáticas este año todo debió realizarse dentro del templo, misa y festival y eso dio un toque peculiar al evento.
El altar como escenario improvisado, con los músicos a la misma altura de la gente que amontonada, bailaba, tomaba mate, conversaba y se reía sin parar, la alegría de esta fiesta popular afloraba por el aire. “Nunca habíamos tocado en un altar, es un sentimiento muy fuerte” comentó Gustavo cantante de Sincopado, de los más aplaudidos de la jornada. Y es cierto, eso tanto músicos como público lo notaron y lo supieron aprovechar para generar un clima festivo, de hermandad, un verdadero encuentro.

No hicieron falta grandes escenarios, ni luces de todos colores, ni artistas de renombre y convocantes para que la fiesta sea una verdadera fiesta. En el detalle de lo sencillo estuvo la grandeza de este festejo, porque quizás camufladas en lo sencillo se escondan las grandes cosas, esas cosas que por ser tan sencillas pasan desapercibidas, pero que cuando por algún motivo son descubiertas nos llevan a un estado de plena alegría. Quizás el mejor ejemplo de esto sean justamente los niños, quienes en su pequeñez esconden una grandeza que cuando mayores recordamos con nostalgia… hasta por esa ¿casualidad? el lema dedicado a los niños se manifestó en el festival.

La cercanía de la gente con los músicos, con los bailarines de los ballets, permitió ver detalles que en grandes escenarios se pierden. Los artistas aprovecharon esa calidez del entorno para hacer de esto una fiesta bien casera, como “en el patio de casa” y ofrecieron su “sencillez”, eso que podía parecer poco pero que se transformó en mucho por su entrega sincera y desinteresada. El público supo interpretar esta buena fe de los cantores. Por eso no importaron las desafinaciones, no importó que los el tiempo de los compases desconcertaran a los bailarines... esas cuestiones que en otros festivales pueden ser cruciales aquí solo fueron detalles, porque la verdadera fiesta no pasó por esa espectacularidad sino por el encuentro en lo simple, por la alegría de compartir un mate, una torta frita, una zamba…
Hay que festejar que en el conurbano bonaerense aún existan estos puntos de encuentro en donde nuestras expresiones populares son protagonistas, donde no hacen falta grandes escenarios para armar una verdadera fiesta, porque la fiesta la arma el pueblo, la fiesta es sencillamente reunirse para compartir el pan, el mate, una guitarreada, lo nuestro… acaso ¿no es este el fin del folklore?...

Nota publicada en: http://www.raicesdelfolklore.com/

1 comentario:

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo, es es EL FIN DEL FOLKLORE, los felicito muchachos.